En el norte...

Ayer fue un día muy particular. Como hace tiempo no ocurría, me dormí cerca de las ocho y media de la noche, con lo que pude dormir practicamente diez horas. El cansancio acumulado en estos días eso sí, no era lo único que impedía mantenerme despierto.
El descierto produce algo a lo que no estaba acostumbrado, que no exista vida en él hace que toda mi energía se pierda en este océano de muerte. Produce más cansancio que los mismos viajes de mi casa a Santiago, que es practicamente la misma distancia. Pocos pueden explicar esto, para muchos es simplemente nostalgia. Claro que no es menor el hecho de tener a mi mujer tan lejos, y solo escucharla no llena el vacío que me deja el no estar con ella.
Tal vez el estar tan lejos pueda hacer que esto se convierta en algo muy fuerte, es lo que espero. Pero los miedos arraigados en nosotros por culpa de lo que alguna vez ocurrió en cada una de nuestras vidas, hace pensar que no va a resultar cómo soñamos.
Por mi lado estoy tranquilo, creo que esto va por buen camino, y que al final de éste podremos ver estos días como el principio de lo mejor que ocurrió en nuestras vidas.
Para descansar no necesito solo dormir. El verde de los campos que he visto durante toda mi vida ocupan mis recuerdos en estos días, más aquellos lugares que rodean mi hogar. Pero es mi mujer quien está presente en cada momento, su sonrisa, su mirada, sus rabietas. Espero que la vida no me traiga lejos de ella nuevamente, y si así fuera, quisiera aprender a vivir así.
El destino me trajo aquí por muchas razones, o quizás solo una. Tal vez simplemente son las coincidencias que del actuar de miles de personas surgen.
Y tal como dicen algunos, paso a paso se avanza, hasta que la montaña desaparece.

A mi pequeño hijo, que viene en camino.

3 recuerdos

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